Seque mis lágrimas, nunca nadie había tocado mi espalda tan suavemente, mucho menos besarla, jámas pensé que quien por primera vez me viera, podría hacerlo.
En una cama de hotel, los dos, cogidos de la mano, llorando en silencio, ni siquiera nos mirábamos, pero de todas maneras nuestros corazones latían al mismo ritmo.
Mi pecho era su mayor excitación, tan solo verme desnuda, era para él la maravilla , lo mejor, su rostro cambia cuando me ve asi, docil, serena, sin quitarle la mirada de sus ojos, esos que amaré toda la vida, cuando el toca mis pechos y los estruja suavemente y luego los hace sus frenos, aprentandolos a su gusto.
Nunca pensé que llegaria a amar tanto mi cuerpo, que ni yo soy capaz de mirar a un espejo.
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